lunes, 1 de octubre de 2012

Verdades del 25S

Mi madre siempre me cuenta la misma historia: "Tenías 5 o 6 años, estabas en la piscina y cuando ibas a llenar la botella de agua, un renacuajo que tendría apenas 3 años te miró desafiante, tú agachaste la cabeza y te fuiste". Ahora, posiblemente, le hubiera mirado por encima del hombro y me habría ido de allí con la botella llena. Pero lo cierto es que nunca me han gustado las disputas. No si no traen después una renconciliación en forma de abrazos y muchos besos. No me gustaban los enfrentamientos antes, y siguen sin gustarme ahora. Por esta misma razón, en los últimos días no enciendo la televisión y hay ciertas páginas de los periódicos que me obligo, muy a mi pesar, a saltarme. Prefiero cerrar los ojos, aunque soy consciente de que toca tenerlos más abiertos que nunca.
El 25S y todo lo que ha venido detrás me han causado una duda constante: ¿qué es verdad y qué es mentira?, y lo que es peor la incertidumbre de no saber si quiero averiguarlo. Pero hay verdades inapelables. Es verdad es que la llamada 'rodear el Congreso' ha sido una de las manifestaciones más tensas que se han vivido en los últimos años. También que en su mayoría los que allí se encontraban eran gente joven, que son igualmente los que más sufren el paro hoy en dia. Unos pocos que no saben actuar y algunos, a mi juicio, errores policiales. Luego: conexiones en directo, imágenes que dan la vuelta al mundo y en la cabeza de todos la idea de que lo que ocurrió en Grecia cada vez está más cerca. Y al final un debate policial que logra eclipsar los verdaderos motivos por los que surgió dicha protesta. En definitiva, el 25S es la máxima expresión visible de un cabreo generalizado que comparten cientos de miles de personas. Y si el Gobierno pretendía reducir todo esto a una panda de violentos, y hacer algo parecido a lo que ya pasó con el 15M se equivocan, y se seguirán equivocando.
Porque hay veces que uno no puede cerrar los ojos. Esta vez toca salir con la botella llena.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Es ella

A veces hace falta decir las cosas en voz alta. Puedes pensar que lo sabe, y tal vez lo suponga, pero ¿qué es suponer? No es más que una mera idea de nuestro subconsciente, una creencia que puede no ser cierta. No está de más decirlo, todos necesitamos escuchar alguna vez un 'me importas', y tú lo sabes, ¿verdad?
Porque eres tú. Siempre has sido tú. Sé que no me vas a salvar cuando me hunda. Y ¿por qué? Porque sé que jamás permitirísa ni siquiera que me ahogara. Eres tú la que me levanta cuando los demás no se han dado cuenta de que caí.
Eres, puede decirse, mi otra midad.
Solo quería decírtelo en voz alta.

jueves, 23 de agosto de 2012

50 años con la minifalda

1962 fue el año en el que el presidente de EE.UU. John F. Kennedy y el ruso Nikita Khrushchev llevaban al mundo al borde de una guerra nuclear durante la crisis de los misiles en Cuba. Los rollings daban su primer concierto en Londres, y los Beatles pisaban por primera vez un plató de televisión. España seguía bajo palia, gobernada por el caudillo, y poco a poco el Seat se iba haciendo un hueco en nuestras carreteras. Los mineros asturianos protagonizaban la primera gran huelga obrera en la España franquista. Y en las calles se hablaba sobre todo de fútbol. Del mundial, del partido Brasil- España, que inmerecidamente, decían, perdieron los nuestros.
Muchas cosas nos alejaban de los británicos en esos momentos. 1962 fue el año en que en Londres se estrebana 'Lolita', la historia de una joven que seducía a su profesor. Al mismo tiempo, en España se estrenaba y se convertía en un taquillazo 'La gran familia'.
 En ese contexto nació también la minifalda. En el contexto británico claro está.  Liberó a las mujeres, entusiasmó a los hombres y causó una gran revolución en el mundo de la moda. Ahora la prenda más corta está de aniversario y cumple 50 años.
La historia dice que una chica británica recortó su falda con unas tijeras para que no le molestara a la hora de limpiar. Aquel día la visitó por casualidad la joven y desconocida diseñadora Mary Quant, que apreció el efecto vertiginoso que podría tener el invento. En 1962 Mary presentó su primera colección de ropa con minifaldas, y ese mismo año apareció en las páginas de la edición británica de la revista 'Vogue'.  Tres años más tarde, Quant presentó sus minifaldas en Nueva York, y después del desfiles las modelos salieron a pasear por Broadway. Según los testigos, en la urbe se paró durante una hora el tráfico y todas las cadenas retransmitieron lo sucedido en sus noticieros.
Los sesenta trajeron la minifalda, un fenómeno que traspasa el mundo de la moda, y que significa también la contestación de la mujer contra un rol que se le había asignado, un rol contra el que aún hoy nos toca luchar.

sábado, 21 de julio de 2012

Aquellas maravillosas cartas

Hace un par de días escribí una carta. Sí, una carta. Esos folios escritos a mano que parecen haber quedado olvidados, casi incluso borrados de la memoria, hace ya un buen tiempo.Tuve que llegar yo, hartarme de valor, retroceder en los siglos y agarrar el bolígrafo para recuperar los recuerdos.
La tecnología no cesa de darnos codazos para sustituir ese hábito milenario de decir las cosas con lápiz y papel. Es cierto. Pero lo peor de todo es que el declive comenzó, no con la llegada de Internet, sino con la evolución del amor. Adiós a la hoja perfumada y repleta de lirismo, a la que te agarrabas como si la vida se te fuera con ella. Las palabras se volvieron breves, rápidas, descarnadas, y así desapareció la declaración rebuscada en la soledad de la almohada. Abrir un sobre tenía en otros tiempos una especial cálidez. Ahora, en cambio el buzón está repleto de recibos que pagar.
El corazón debería latir siempre muy deprisa, a mil revoluciones por segundo, para tener la constante necesidad de expresar, de hacer llegar a los demás lo que una siente. Un 'te quiero' o un 'me importas' cobran fuerza escritos de tu puño y letra.
Yo mientras tanto, 'quiero que no dejes de estrujarme'. Pero eso ya lo sabes, lo tienes en la carta que te escribí el otro día.

lunes, 25 de junio de 2012

Donde no hay cabeza, no hace falta sombrero

Por alguna extraña razón siempre me han gustado los sombreros. Son como máscaras sin ser máscaras y cubren la cara sin cubrirla. Se puede cambiar de identidad usando un sombrero, quitándose un sombrero, o viendo cómo una tercera persona usa o se quita un sombrero. Esto se debe básicamente a que los sombreros tienen más personalidad que los seres humanos, cosa curiosa teniendo en cuenta que son éstos últimos quienes dan vida a los primeros.
Pocas cosas son tan pornográficas como una cabeza desnuda. Después de todo, nuestra cabeza es lo más importante que tenemos, y mostrarla así en público, sin pudor alguno, es explícito en exceso.
Imagínense que un día salen a la calle y están todos, dicho coloquialmente, con las pelotas al aire. ¿Qué sentirían? Pues eso sería lo mismo que yo siento día a día, exagerando un poco, cada vez que veo todas esas cabezas desnudas caminando por aquí y por allá, moviéndose en todas las direcciones. La primera vez que ví a un muchacho con los pelos, digamos que arremolinados, me sonrojé al instante y hasta me sudaron las manos. Su exhibicionismo rayó lo descarado y me hizo soñar cosas extrañas.
Imagino, cambiando de tema, cómo será la primera vez que vea al amor de mi vida. La imagen que tengo es la siguiente: tarde nublada y fría, yo caminando vista al suelo, él caminando mirando al cielo, yo con algo en la cabeza, él también. Chocamos. Nos miramos. Nos enamoramos. Seguimos nuestro camino.
Para ese entonces él tendrá 75 años y yo 65. Nunca nos volveremos a ver, pero sabremos que yo soy la mujer de su vida y él es el hombre de mi vida. Sabremos que somos lo que siempre buscamos. Y recordaremos esa cosa que llevábamos en la cabeza hasta que el cáncer, la diabetis o las reumas nos ganen la batalla. Moriremos sin habernos cogido de la mano y sin habernos visto la cabeza.
Moriremos felices.

miércoles, 6 de junio de 2012

Las huelgas del 62, 50 años después

A sus 82 años, Anita Sirgo, hija del fugado Avelino Sirgo Fernández y ejemplo vivo de la lucha comunista durante el franquismo, recuerda 50 años después "las palizas, el corte de pelo a navaja y la cárcel" que se vio obligada a sufrir.
Un régimen que no les dejaba moverse e innumerables momentos "trágicos"  en los que la participación de la mujer fue clave. Ella, al igual que muchas otras, la mayoría comunistas, también lo fue en las huelgas del 62. En aquel año Anita encabezaba la actuación y trataba de frenar la incorporación de mineros al trabajo cuando, ya sin ingresos, se disponía a volver a la mina.
Conocían esta acción como "ir a tomar esquiroles", los mismos a quienes arrojaban maíz en los caminos próximos, "una manera sutil de llamarlos gallinas". Recuerda que, tras meses de huelgas "eran muchos los que querían volver a trabajar". Además, los comercios fiaban cada vez menos y "el hambre apretaba". Luchaban "por lo que era justo", pero les hechos le pasaron factura. Sufre sordera a causa de las palizas, de las muchas que recibió en las manifestaciones y también en el calabozo, donde llegó a fingir un embarazo para intentar evitarlas, "algo que no funcionó".
Sirgo está convencida de que todo lo conseguido "fue gracias a lo que hicimos en la calle". Organización, unidad y creer en aquello para lo que luchamos, son a su juicio los pilares básicos "para no volver a atrás".

sábado, 26 de mayo de 2012

Sonrisas que cambian el mundo

Las personas pequeñas hacen cosas grandes, como ella. Apareció hace años en mi vida, y a partir de ese momento, todo ha estado plagado de historias en las que su presencia ha sido inevitable. De Valladolid a Turin, de Turin a La Habana, de La Habana al paradisiaco Varadero. Sin apenas coger aire. Ella no lo necesita, y eso que siempre está ahí, donde hace falta. Con ella las aventuras siempre tienen final feliz. Las noches se hacen inolvidables al lado de amores efímeros, y las lágrimas desaparecen con cualquier gesto sencillo. Para morirte de frio a la cola de un concierto, beberte la vida a tragos de sonrisas, llorar y reir sin saber muy bien donde esta la diferencia. Porque si ves a una persona radiante pasear con un sombrero de hojas de palmera por medio de un aeropuerto es ella, la misma con la que he pasado noches de miedo en un portal o he bailado hasta desfallecer. La misma que se tira de un taxi en marcha y aparece minutos más tarde como si fuera lo más normal del mundo, la persona que mejor luce riñoneras del planeta y sobre todo la que tiene una capacidad innata para hacerme feliz. Lo imposible no existe a su lado. Secretos a cada rincón, gritos a la vuelta de cada esquina, miradas que lo dicen todo si falta de palabras. Mis mejores recuerdos de los últimos años son con ella. Porque puede que sean pocas, demasiadas pocas veces, las que nos vemos. Pero nos basta con una vez al año, dos o tres para saber que somos nosotras, con nuestros más y nuestros menos, nuestras historias de lunes a domingo y de enero a diciembre. Y no pienso a renunciar a ellas.
La chica de las mil y un sonrisas ha cumplido 24 primaveras, seis conmigo, tres millones las que nos quedan.